PIURA LA VIEJA

El nombre “Piura La Vieja” se ha convertido, en los últimos diecisiete años, en la esperanza de los pobladores de un centro poblado de La Matanza (Morropón), en un eslabón importante de la historia de nuestra región y, por qué no, de la historia que narra la conquista de este continente en el siglo XVI.
A este lugar –territorio de un cacique llamado Piura, a orillas del río del mismo nombre, en lo que hoy conocemos como Alto Piura– se trasladó la ciudad de San Miguel de la Nueva Castilla, en 1534, después de permanecer dos años en Tangarará. Españoles e indígenas vivieron allí cerca de 40 años.

Aunque, hacia 1575, por la crisis de la zona, el virrey Francisco de Toledo ordenó que la población se traslade a Paita, en Piura La Vieja se quedó un pasado que hoy es la posibilidad de un mejor futuro para quienes viven en la zona.
Casi 500 años después, los restos de la ciudad de San Miguel se mantienen en ese segundo asiento. A pesar del paso del tiempo, aún queda, bajo la arena del yacimiento arqueológico, más que muros y bases de lo que fue la ciudad.

Piura La Vieja conserva un importante patrimonio histórico, arqueológico y arquitectónico.
En la medida en que más instituciones regionales y nacionales se unan a las que llevan años trabajando, no solo se recuperará el lugar sino que, a través del turismo cultural que este yacimiento atraiga, se logrará, sobre todo, una mejor calidad de vida para la población; en esta herencia de esos primeros vecinos del siglo XVI está en juego su progreso.
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